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Subido el 16 de junio de 2017

Comerciantes de duda (continuación)

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Séptima historia: El ataque contra Rachel Carson

¡Rachel Carson era una berraca! Ella fue la científica que le mostró al mundo entero los peligros de los pesticidas con su libro “Primavera Silenciosa”. Este libro fue publicado en 1962; y para 1972 los pesticidas basados en DDT ya estaban prohibidos en los Estados Unidos. Esta fue una victoria indiscutible para la ciencia y la conciencia ambiental. Pero en el 2007 Rachel Carson apareció en las primeras planas nuevamente, ahora siendo acusada de matar a millones de personas debido a que la prohibición del DDT permitió que la malaria infestara grandes regiones de África. Para las empresas y los think tanks conservadores esta era la forma perfecta para mostrarle al mundo lo dañinos que pueden llegar a ser los ambientalistas, y rápidamente resumieron el caso de Rachel Carson como “millones de personas alrededor del mundo sufren los dolorosos y mortales efectos de la malaria porque una persona sonó una falsa alarma”.

Como ya hemos visto, es muy común que las afirmaciones de los comerciantes de duda sean muy fáciles de decir, pero difíciles de refutar. Y por eso es que normalmente funcionan con aquellos de poca educación. Pero permítanme explicar lo que pasó:

Rachel Carson author Silent Spring

Rachel Carson, autora de Primavera Silenciosa.

Foto bajo el Dominio Público vía Wikimedia Commons

Primero que todo, es muy fácil hacer ver bien al DDT. Mataba a los insectos instantáneamente, era barato, fácil de rociar, y parecía no tener efectos adversos en los humanos. Además salvó muchas vidas durante la Segunda Guerra Mundial—y estaba rumbo a erradicar la malaria en muchas naciones subdesarrolladas en los 50s. También ayudó a los granjeros estadounidenses a incrementar su producción después de la guerra. ¡Era un milagro químico!

Pero lo barato sale caro… Rachel Carson empezó a notar que el DDT viajaba a través de la cadena alimenticia e incrementaba su concentración a medida que se movía de insectos, a aves, a peces, e incluso a mamíferos. Sí...estábamos envenenando a los insectos que tanto odiamos, pero incidentalmente estábamos envenenando a los animales que se comían estos insectos, y apesar de que su tolerancia era mucho mayor, los efectos de este envenenamiento ya se estaban notando a principios de los 60s.

Primavera Silenciosa (el libro de Rachel Carson) expuso todo esto, y fue increíblemente efectivo en hacer conciencia pública sobre los peligros de los pesticidas. Pero las compañías de pesticidas no iban a dejar que esto sucediera tan fácilmente, llamaron a Rachel Carson histérica y emocional, y la amenazaron con múltiples demandas. Pero mediante el comité de consejeros del presidente Kennedy, la prohibición del DDT entró en efecto gracias al peso de la evidencia, y gracias a la explicación lógica de Rachel. No hubo armas de duda, y la historia tuvo un final feliz. De hecho, esta victoria engendró el movimiento ambientalista y bipartidista que facilitó la formación de la EPA, y la ley del aire limpio bajo Nixon, también el Instituto Nacional Para la Ciencia y la Salud Ambiental. Ambas, la ciencia y la democracia, trabajaron de la mano y todo era color de rosas.

Primavera Silenciosa Rachel Carson penguin

Primavera Silenciosa por Rachel Carson.

Foto por Frank Hebbert bajo la licencia de Creative Commons BY 2.0 vía Flickr

Como ya hemos visto, este apoyo bipartidista hacia el medio ambiente no sobrevivió la administración de Reagan. En los 80s, los comerciantes de duda dejaron muy claro que los ambientalistas eran sus enemigos, y los combatieron por años—con gran éxito si consideramos lo pequeño que era su equipo. Afortunadamente, los ambientalistas siempre ganaban a largo plazo, pero en el 2007 los comerciantes de duda encontraron un arma secreta en los libros de historia: El caso ‘Rachel Carson’. Si de alguna forma ellos lograsen probar que esta causa ambientalista exitosa estaba ligada a una catástrofe, podrían asociar a TODAS las causas ambientalistas como un error.1

Esto fue precisamente lo que trataron de hacer con el caso Rachel Carson. Los ataques fueron hechos mayoritariamente por un economista Danés llamado Bjørn Lomborg quien publicó un libro muy famoso llamado “El ambientalista escéptico” el cual decía que “no se ha ejecutado a ningún asesino en el último medio siglo que haya sido responsables por tantas muertes como la santificada Rachel Carson” y este mensaje resonó por los medios de comunicación.

  1. ¡Que viva el capitalismo!

  2. Resulta ser que este cuento del pan quemado es más complicado que una simple respuesta de si o no. Lean este artículo.

Bjørn Lomborg danes autor ambientalista esceptico

Bjørn Lomborg.

Foto por Simon Wedege bajo la licencia de Creative Commons CC BY 3.0 vía Wikimedia Commons

Entonces, ¿Rachel estaba equivocada? ¿Era ella realmente responsable por todo esto? La respuesta simple es no, pero es un poco más complicado que eso. La dispersión del DDT no fue la única razón de su éxito. El éxito del DDT fue en parte gracias a las campañas educativas que incentivaban a la gente a eliminar las aguas empozadas (las cuales son criaderos de mosquitos), y también al uso del DDT dentro de las casas el cual era más costoso y requería más recursos.

Estos dos aspectos, mezclados con la dispersión de DDT fueron supremamente efectivos en países avanzados, y llevaron a la erradicación total de la malaria en los Estados Unidos y Europa. Pero ese no fue el caso de países en el África Subsahariana y otros países en desarrollo. En muchos de estos lugares las campañas educativas no fueron implementadas, y el uso interior del DDT no se hizo porque era más barato y más fácil dispersar solamente.

El problema de la dispersión como único recurso, es que ayuda a que los mosquitos desarrollen inmunidad. Esto sucede porque cuando una población tan grande es afectada, los pocos sobrevivientes tienen mayores probabilidades de transmitir sus genes a la siguiente generación. Por consiguiente esta nueva generación (a pesar de ser menor) tiene los genes de los sobrevivientes. Y luego de un par de generaciones se vuelven casi que inmunes al veneno.

Esto es precisamente lo que sucedió en países subdesarrollados, los mosquitos se volvieron más fuertes y el DDT perdió su efectividad. De hecho esto también sucedió en los Estados Unidos (después) cuando el DDT se empezó a usar como pesticida de cosechas en vez de ser usado solamente para el control de enfermedades. Por esta razón, el uso del DDT en los Estados Unidos se estaba desplomando incluso antes de que se publicará Primavera Silenciosa.

Pero en el África Subsahariana y otros lugares subdesarrollados en donde la malaria no fue erradicada totalmente, la inmunidad de los mosquitos tuvo consecuencias muchísimo más dañinas. Los casos de malaria comenzaron a surgir nuevamente y el uso del DDT ya no estaba haciendo ningún efecto. Eventualmente su uso fue descontinuado totalmente debido a su inefectividad. Entonces la culpa no era de Rachel Carson. La prohibición del DDT no fue la causa de todas las muertes por malaria en las últimas décadas, fue el hecho de que estos países subdesarrollados dejaron pasar ese pequeño margen de la efectividad del DDT, y la malaria surgió nuevamente. Además, ¿Qué carajos tiene que ver una prohibición en los Estados Unidos con lo que sucede en el África Subsahariana?

La historia muestra que el ataque de Rachel Carson era injusto. Pero para aquellos con poca educación era más fácil entender que el mensaje de Primavera Silenciosa era la causa. Y para los defensores del mercado libre era una movida audaz.

Recientemente se han hecho más estudios sobre los efectos del DDT en humanos, y aunque son difíciles de detectar, son bastante alarmantes. Por ejemplo:

    Partos prematuros
    Recién nacidos bajos de peso
    Reducción del periodo de lactancia
    Baja fertilidad (como también se había visto en otros mamíferos)
    y, probablemente el más espantoso: cáncer de mama

Pero a pesar de estos hechos, el ataque continuó. Siempre intentando desacreditar (e incluso condenar) a los ambientalistas.

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Conclusión

Es difícil no sentir rabia ante esta situación. Una vez todas estas historias y todos estos personajes se exponen de esta forma, se puede ver claramente que quienes están detrás de todo este movimiento anti‑ambientalista son las corporaciones multimillonarias. Estas son las mayores beneficiarias de la ausencia de regulaciones, y son las que han proveído los fondos necesarios para que los think tanks e instituciones conservadoras sigan haciendo de las suyas mediante sus comerciantes de duda—los cuales han probado ser supremamente efectivos.

Pero el problema más grande de todo esto (y el que más me preocupa) es que la regulación no ha sido lo único que estos desgraciados han afectado. También han tenido una influencia negativa en la credibilidad de la ciencia y en el valor de los hechos. Esto me preocupa, porque las implicaciones de una cultura que no cree en la ciencia son absolutamente devastadoras. Veran, la ciencia no es solamente algo relacionado con la naturaleza, no es algo que solamente pertenece en laboratorios, o esa cosa que hace que nuestros iPhones funcionen; no, la ciencia es un modo de pensar; es un método que expone las mentiras de una forma bastante efectiva, y por eso tiene la tendencia de romper las tradiciones y desestabilizar el estatus quo. La ciencia fue creada muchos siglos atrás como un método para encontrar la verdad—sin importar si nos gusta o no—y eso es lo que los think tanks conservadores y las corporaciones multimillonarias temen: el hecho de que la ciencia puede exponer sus errores. Pero lo que es aún más importante, el hecho de que la ciencia está exponiendo los fracasos del capitalismo y del mercado libre. Por eso recurren a la abnegación.

Pero negar los hechos no va a hacer que el problema desaparezca. Lo que las corporaciones están haciendo (retardar las regulaciones), incrementa las probabilidades de que regulaciones mucho más drásticas sean necesarias cuando el problema se nos salga de las manos. Es como una banda elástica que los ambientalistas han estado halando por décadas, pidiendo soluciones razonables para poner esta banda elástica alrededor del problema y así controlarlo… ¿Cuánto faltará para que esta banda reviente? No lo se...

Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros (los ciudadanos de a pie) mientras tanto? En mi opinión, lo que tenemos que hacer es convertirnos en científicos. En todas nuestras decisiones a largo plazo (e incluso en situaciones cotidianas), debemos usar la misma mentalidad que un científico toma cuando se encuentra cara a cara con un pedazo de evidencia:

    Primero que todo, debemos proceder con un nivel de escepticismo saludable. Para darles un ejemplo (alejándonos un poco de los problemas globales y hablando de cosas más cotidianas), si el día de mañana encontramos un artículo en línea que dice que comer pan quemado puede incrementar nuestras probabilidades de producir cáncer, el primer paso a seguir (antes de botar la tostadora) es revisar las referencias y las fuentes de la información. ¿Es una página confiable? ¿Tiene referencias a artículos científicos evaluados por homólogos?
    Segundo, debemos estar dispuestos a poner atención a los detalles y a buscar más información cuando sea necesario. Si seguimos escuchando en la radio y en las redes que el pan quemado da cáncer, pues tomémonos el tiempo de aprender al respecto, leer un poco y entender la situación. No ignorarlo y decir que no importa. Tampoco seguir ciegamente a nuestro noticiero favorito. ¡Dejemos de ser tan perezosos y hagamos nuestras propias investigaciones!
    Y tercero (lo más importante de todo), en la presencia de evidencia contundente, debemos estar dispuestos a ajustar nuestros puntos de vista y a cambiar nuestros hábitos. Si el pan quemado da cáncer, pues bajemole un poco a la tostadora...2.

Ese tercer paso es particularmente difícil. Es donde la mayoría de nosotros fallamos en ser científicos. A la gran parte de nosotros no nos gusta cambiar de parecer, o cambiar nuestros hábitos. De hecho, cambiar nuestro parecer hoy en día es visto como un signo de debilidad. ¡Lo cual es un problema enorme! ¿Que se puede esperar de un individuo que no quiere adaptarse a los cambios inevitables del pasar del tiempo? Un individuo que se mantiene firme en su creencia de que las cosas se deben seguir haciendo de la misma forma en que se han estado haciendo, o de lo contrario siente que se va a perder a sí mismo. Esto es lo que pasa con muchos de nuestros abuelos, y ¿A quien no le da vergüenza los hábitos anticuados y las creencias mente‑cerradas de nuestros abuelos? De la misma forma, ¿Que se puede esperar de una sociedad que no quiere adaptarse a los cambios inevitables del pasar del tiempo? Una sociedad que se mantiene firme en su creencia de que las cosas se deben seguir haciendo de la misma forma en que se han estado haciendo, o si no la sociedad en sí colapsaría. Esto es lo que pasó durante la inquisición, pero afortunadamente el movimiento de ilustración (o en otras palabras la ciencia) rompió esa creencia, y nos propulsó a esta época de maravilla, descubrimientos, y cambios.

Estos problemas de los que hablamos aquí nos obligan a cambiar nuestros hábitos: desde dejar de fumar, hasta comprar un carro eléctrico; y para mucha gente estos cambios son vistos como una derrota—o un mea culpa de sus errores. Otros están tan desconectados que ni siquiera se les viene a la cabeza cambiar de hábitos. Esta resistencia al cambio es la barrera más importante que nos separa de la solución a los problemas del mercado libre. Y si no cambiamos a nivel personal, ¿que se puede esperar de nuestros políticos?

Tomemos el ejemplo de comer carne. Estoy seguro que TODOS ustedes han visto por lo menos un video que expone la crueldad animal que ocurre a diario en la industria de la carne y los lácteos. A todos se nos arruga el corazón cuando vemos esos pobres pollos y esas tristes vacas teniendo vidas miserables y siendo maltratados. Pero la mayoría escogemos ignorar eso, y escogemos seguir comprando esos deditos de pollo bien crocantes y ese bistec bien jugoso. No estoy diciendo que debemos volvernos veganos, estoy diciendo que todos deberíamos intentar ser un poco más conscientes de los problemas del mercado libre y estar dispuestos a cambiar nuestros hábitos por más pequeños que sean.

Comer menos carne, manejar la bicicleta al trabajo, comprar paneles solares, o simplemente dejar de comprar tanta mierda que no necesitamos. El mercado libre inevitablemente se nos va a salir de las manos siempre y cuando nosotros (los consumidores) sigamos ignorando los daños colaterales de su crecimiento acelerado. Es cuestión de conciencia. Y si logramos aprender a discernir entre la verdad y la venta duda (a nivel personal), el mercado libre ni siquiera va a necesitar regulaciones. Simplemente va a ser un mercado consciente.

¡Pregunta!

Mi pregunta tiene que ver precisamente con esa última frase. ¿Será que la regulación es algo que siempre va a existir en los mercados libres? ¿O será que va a haber algún punto en que los humanos estemos conscientes de todos nuestros excesos y sus consecuencias involuntarias?

¡Eso es todo amigos! Un millón de gracias por leer, y no se olviden de leer más. Pero no lean libros solo para decir que los leyeron. ¡Lean conscientemente! Y escriban, ya que es la única forma de que lo aprendido permanezca sólido en la mente.

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